En una relación destructiva por lo regular, la víctima mantiene todo en secreto, no dice lo que está pasando a sus amigos o familiares por vergüenza o para evitar conflictos. El día de hoy en Entérate te contaremos sobre los comportamientos de una relación destructiva y te daremos algunos consejos para dar fin.
El
agresor, por supuesto, no ejerce la violencia todo el tiempo: tiene cambios
bruscos y entonces se arrepiente, pide perdón y da un trato afectuoso. Generalmente
“encantador” en esa etapa, hace pensar a la víctima que todo puede cambiar. Pero
no es verdad: así se arrepienta y pida perdón, irremediablemente volverá a
hacerlo. Se da así un círculo llamado fase de tensión – maltrato –
reconciliación. La víctima llega a confundir las agresiones con el amor y cree
realmente que su agresor es sincero cuando le dice que la quiere; sin embargo,
el ciclo vuelve a comenzar. A continuación se enumeran los comportamientos
clásicos de una relación destructiva:
·
El agresor se
adjudica el derecho de controlar la vida y la conducta de su pareja.
· Para hacerlo feliz,
la víctima renuncia a personas y actividades que eran importantes en su vida.
·
El agresor
desvaloriza las opiniones, sentimientos y logros de su pareja.
· Cuando la víctima
hace algo que le disgusta al agresor, éste vocifera, manotea, amenaza o castiga
con un silencio colérico.
· La víctima, a fin de
no disgustarlo, se ve obligada a tentar el terreno y ensayarlo que le diga.
Vive en un miedo constante.
· La víctima se
confunde ante los bruscos cambios de su pareja que, sin manera de preverlos,
van del más dulce encanto a la cólera.
·
La víctima suele
sentirse perpleja, desorientada o fuera de lugar frente al otro.
·
El agresor es
sumamente celoso y posesivo.
·
El agresor culpa a su
pareja de todo lo que funciona mal en la relación.
Si estos comportamientos te suenan conocidos, si te identificas con ellos, es aconsejable que termines la relación cuanto antes, no importa lo terrible que parezca esta decisión, y busques ayuda. Relaciones como éstas no mejoran nunca, ni siquiera logran mantenerse en una etapa de agresión verbal: la mayoría terminan en golpes.
La
alternancia entre amabilidad y maltrato mantiene viva en la víctima la
esperanza de que todo cambiara. Muchas se proponen hacer que el otro cambie;
creen que pueden reeducarlo y piensan que es su responsabilidad lograr que
permanezca sin alterarse.
La
vida cotidiana de una relación destructiva se desarrolla como un juego macabro,
un intercambio de dominio y dependencia que se incrementa con el tiempo.
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