Cuando se quiere emprender una dieta para bajar de peso y llevar una vida más saludable, lo primero que se suele pensar es en disminuir la cantidad de comida que se ingiere y, a su vez, elegir alimentos bajos en grasa. Y es que cualquiera de nosotros sabe que será más efectivo y beneficioso elegir una ensalada de verduras que una hamburguesa completa a la hora del almuerzo o de la cena.
Pero
dividir lo que se come en las categorías ‘bueno’ y ‘malo’ es, en principio, un
error.Al menos esto es lo que afirma la doctorada en neurociencia y licenciada
en biología molecular y celular Darya Rose, quien acaba de lanzar el libro
Foodist.
“Los
conocimientos de nutrición son importantes, pero son sólo una pieza del
rompecabezas. El verdadero secreto es entender los comportamientos y las
motivaciones desde sus raíces, y utilizar esta información para tener un
impacto significativo en la salud. En este sentido, la buena salud comienza en
el cerebro, no en el plato”, indica Rose desde su popular blog Summer Tomato.
Pero,
¿cómo hacer para que el cerebro sea el timón de nuestra alimentación? Algunas
de las siguientes claves pueden ayudar a cumplir esta misión.
1.
No tildar a los alimentos que se comen
de ‘saludables’
Muchas
personas piensan que saludable es sinónimo de soso o poco. Los amantes del arte
culinario saben bien que esto no es así: se pueden lograr riquísimos platos con
alimentos beneficiosos para nuestro organismo. Sólo hay que saber cuáles nos
gustan más y cómo prepararlos.
La
propuesta de Rose es trocar el término ‘saludable’ por ‘bueno’ o ‘fresco’, al
menos para evitar condicionamientos semánticos.
2.
Aprender a comer conscientemente
Prestar
atención a lo que se ingiere es de suma importancia. Para lograrlo, lo mejor
será apagar la televisión cuando se esté por comer; cerrar los ojos cuando se
esté probando el plato, a fin de disfrutar su sabor al máximo; y masticar al
menos 25 veces cada bocado, soltando el tenedor entre uno y otro.
3. No
dejar todo librado a la fuerza de voluntad
“Lo
primero que debemos entender es que no tenemos tanto control sobre nuestras
decisiones alimentarias como la mayoría de nosotros suponemos”, dice Rose. El
autocontrol sobre lo que ingerimos tiene ciertos límites y éstos suelen ser
bastante débiles, especialmente porque ejercerlos desgasta mucho, y un cerebro
cansado tiende con mayor facilidad a caer bajo la tentación de una galleta
dulce al final del día.
La
solución a este problema es el automatizar la toma de decisiones lo más que se
pueda. Es fácil decirlo, pero ¿es tan simple practicarlo? Entendiendo que no,
la creadora de Summer Tomato explica que el primer paso es trabajar en la
instauración de hábitos saludables y que nos gusten. Esto nos lleva
directamente al siguiente tip:
4.
Crear y fortalecer buenos hábitos
Una
buena idea es fijar horarios tanto para dormir como para comer. Esto hará que,
por ejemplo, tengamos hambre en los momentos adecuados y conciliemos mejor el
sueño.
En
este punto hay que ser cautos: nuestro cerebro se abruma fácilmente, por lo que
hay que trabajar en el desarrollo de pocos hábitos por vez: dos o tres como
máximo.
“Trate
de comenzar con algo tan simple como el desayuno”, indica Rose, quien propone
un Muesli caliente con un chorrito de leche de almendras y canela.
Por
otro lado, Rose aconseja divertirse a la hora de comprar los alimentos. Es por
ello que elegir ferias de alimentos locales y orgánicos siempre será más
atractivo que ir al supermecado.
5.
Llevar adelante actividades
placenteras
Como
señalábamos más arriba, todos los hábitos se forman a partir de comportamientos
que resulten gratificantes. Esto quiere decir que si no disfrutamos de una
determinada actividad, muy difícilmente logremos que eche raíces en nuestro día
a día. Por esta razón, los alimentos que elijamos nos tienen que resultar
sabrosos y la actividad física que elijamos practicar nos tiene que gustar.
El
consejo de Rose sobre este último punto es invertir en un podómetro y
desafiarse a sí mismo a dar unos 10.000 pasos al día. “Fijar y alcanzar una
meta posible es una recompensa muy poderosa”, afirma la misma.
6. Registrar los
resultados que se obtengan
Para
poder identificar qué conductas nos hacen bien y cuáles no, lo mejor es llevar
un buen registro de las mismas, por ejemplo, en un diario de alimentos.
El
mencionado podómetro también es muy útil, ya que obliga a su usuario a
sincerarse consigo mismo y verificar cuán activo es en verdad.
Por
último, chequear el peso corporal regularmente y hacer un seguimiento del mismo
(cruzándolo con los datos registrados en el diario de alimentos y con los que
arroja el podómetro) hace más evidente si nuestras conductas están funcionando.
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