Una
relación de pareja es una de las cosas más complicadas que existen. Cada una es
diferente y peculiar por lo que necesita un tratamiento personalizado pero,
todas ellas coinciden en que, cuando se prolongan durante mucho tiempo, corren
el peligro de caer en la rutina y perder la pasión
Los
más propensos a caer en esta actitud son las parejas que ya están casadas hace
varios años y, además, tienen hijos. Esta situación, cuando se junta con el
estrés que nos produce el día a día y las preocupaciones cotidianas del
trabajo, son el detonante para que una pareja olvide por qué están juntos.
Para
combatir la rutina y conseguir que nuestra relación sea igual de satisfactoria
y plena que el primer día
¿Cómo
conseguimos no caer en la rutina?
Para vivir cada día de forma diferente y no verlo como
una sucesión de lo mismo, tenemos que pensar que la relación se construye
diariamente y, en cada momento, seducimos y nos dejamos seducir. Por esto, no
vale darse a la comodidad y olvidarse de ponerse guapo pensando en que la otra
persona ‘ya ha visto todo lo que tenía que ver’.
“demostrar el
afecto a través de cualquier detalle: una llamada, una sonrisa, un abrazo…” ya
que, manteniendo vivo el amor, existen más posibilidades de tener una vida
sexual plena y activa. Además, hay que pensar que, las mujeres relacionan
estado de ánimo con sexualidad por lo que, necesitan tener un ambiente positivo
y bueno para conseguir crear un clima apropiado.
Después de mucho tiempo con la misma pareja, una de las
ventajas que existen es que se conoce perfectamente lo que le gusta en la cama
pero, esto también se puede convertir en un inconveniente ya que, se hará todo
de forma mecánica y monótona. Para evitarlo, simplemente hay que modificar los
hábitos y probar a cambiar de postura de vez en cuando o nuevas técnicas. En la
variedad está el gusto.
Por último, uno de los factores que nos hacen caer en la
rutina es la llegada de los hijos al hogar. Las mujeres dejan de verse como
tales y aceptan e interiorizan el rol de madres que no les deja tiempo para
nada más. Para combatir esto un consejo “una salida mensual, arreglarse, y
encontrarse con la pareja como cuando se era novios para despertar el deseo”.
Gracias
a éstas recomendación, la complicidad y la conexión entre los dos aumentarán
significativamente.
Cuando
se quiere emprender una dieta para bajar de peso y llevar una vida más
saludable, lo primero que se suele pensar es en disminuir la cantidad de comida
que se ingiere y, a su vez, elegir alimentos bajos en grasa. Y es que
cualquiera de nosotros sabe que será más efectivo y beneficioso elegir una
ensalada de verduras que una hamburguesa completa a la hora del almuerzo o de
la cena.
Pero
dividir lo que se come en las categorías ‘bueno’ y ‘malo’ es, en principio, un
error.Al menos esto es lo que afirma la doctorada en neurociencia y licenciada
en biología molecular y celular Darya Rose, quien acaba de lanzar el libro
Foodist.
“Los
conocimientos de nutrición son importantes, pero son sólo una pieza del
rompecabezas. El verdadero secreto es entender los comportamientos y las
motivaciones desde sus raíces, y utilizar esta información para tener un
impacto significativo en la salud. En este sentido, la buena salud comienza en
el cerebro, no en el plato”, indica Rose desde su popular blog Summer Tomato.
Pero,
¿cómo hacer para que el cerebro sea el timón de nuestra alimentación? Algunas
de las siguientes claves pueden ayudar a cumplir esta misión.
1.No tildar a los alimentos que se comen
de ‘saludables’
Muchas
personas piensan que saludable es sinónimo de soso o poco. Los amantes del arte
culinario saben bien que esto no es así: se pueden lograr riquísimos platos con
alimentos beneficiosos para nuestro organismo. Sólo hay que saber cuáles nos
gustan más y cómo prepararlos.
La
propuesta de Rose es trocar el término ‘saludable’ por ‘bueno’ o ‘fresco’, al
menos para evitar condicionamientos semánticos.
2.Aprender a comer conscientemente
Prestar
atención a lo que se ingiere es de suma importancia. Para lograrlo, lo mejor
será apagar la televisión cuando se esté por comer; cerrar los ojos cuando se
esté probando el plato, a fin de disfrutar su sabor al máximo; y masticar al
menos 25 veces cada bocado, soltando el tenedor entre uno y otro.
3.No
dejar todo librado a la fuerza de voluntad
“Lo
primero que debemos entender es que no tenemos tanto control sobre nuestras
decisiones alimentarias como la mayoría de nosotros suponemos”, dice Rose. El
autocontrol sobre lo que ingerimos tiene ciertos límites y éstos suelen ser
bastante débiles, especialmente porque ejercerlos desgasta mucho, y un cerebro
cansado tiende con mayor facilidad a caer bajo la tentación de una galleta
dulce al final del día.
La
solución a este problema es el automatizar la toma de decisiones lo más que se
pueda. Es fácil decirlo, pero ¿es tan simple practicarlo? Entendiendo que no,
la creadora de Summer Tomato explica que el primer paso es trabajar en la
instauración de hábitos saludables y que nos gusten. Esto nos lleva
directamente al siguiente tip:
4.Crear y fortalecer buenos hábitos
Una
buena idea es fijar horarios tanto para dormir como para comer. Esto hará que,
por ejemplo, tengamos hambre en los momentos adecuados y conciliemos mejor el
sueño.
En
este punto hay que ser cautos: nuestro cerebro se abruma fácilmente, por lo que
hay que trabajar en el desarrollo de pocos hábitos por vez: dos o tres como
máximo.
“Trate
de comenzar con algo tan simple como el desayuno”, indica Rose, quien propone
un Muesli caliente con un chorrito de leche de almendras y canela.
Por
otro lado, Rose aconseja divertirse a la hora de comprar los alimentos. Es por
ello que elegir ferias de alimentos locales y orgánicos siempre será más
atractivo que ir al supermecado.
5.Llevar adelante actividades
placenteras
Como
señalábamos más arriba, todos los hábitos se forman a partir de comportamientos
que resulten gratificantes. Esto quiere decir que si no disfrutamos de una
determinada actividad, muy difícilmente logremos que eche raíces en nuestro día
a día. Por esta razón, los alimentos que elijamos nos tienen que resultar
sabrosos y la actividad física que elijamos practicar nos tiene que gustar.
El
consejo de Rose sobre este último punto es invertir en un podómetro y
desafiarse a sí mismo a dar unos 10.000 pasos al día. “Fijar y alcanzar una
meta posible es una recompensa muy poderosa”, afirma la misma.
6. Registrar los
resultados que se obtengan
Para
poder identificar qué conductas nos hacen bien y cuáles no, lo mejor es llevar
un buen registro de las mismas, por ejemplo, en un diario de alimentos.
El
mencionado podómetro también es muy útil, ya que obliga a su usuario a
sincerarse consigo mismo y verificar cuán activo es en verdad.
Por
último, chequear el peso corporal regularmente y hacer un seguimiento del mismo
(cruzándolo con los datos registrados en el diario de alimentos y con los que
arroja el podómetro) hace más evidente si nuestras conductas están funcionando.
A
fin de cuentas, al cerebro “le encanta saber que los esfuerzos que está
haciendo están dando sus frutos. El seguimiento de su progreso, por lo tanto,
es otra recompensa para que el cerebro refuerce los buenos hábitos”.
Las
consecuencias de una noche de excesos casi todos las sabemos: dolor de cabeza,
naúseas, malestar estomacal, pero ahora la ciencia ya busca un remedio contra
la temida resaca, que causa tantos estragos causa.
Científicos
de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Southampton han
conseguido un gran avance al identificar el neurotransmisor implicado en la
resaca. Si consiguen neutralizarlo, probablemente se detendría la cascada de
efectos indeseados tras el abuso del alcohol.
Pero en lo
que la ciencia encuentra un remedio para la cruda, te damos 10 claves para que
la próxima vez no la pases tan mal:
1.- Evita
las bebidas alcohólicas sin el adecuado proceso de destilación.
2.- No
mezcles, excepto en el caso del vino (puede tomarse blanco y tinto en una misma
comida)
3.- No
revuelvas con otros alcoholes que contengan azúcar residual o con refrescos,
que generalmente tienen altas dosis de azúcar.
4.- Alterna
con agua a partes iguales.
5.- Bebe
agua, por lo menos un litro antes de irse a dormir.
6.-
Ingiere bebidas isotónicas, es decir rehidratantes, de esas que se utilizan
después de hacer deporte.
7. En
lugar de dormir 8 o 10 horas seguidas, interrumpir el sueño a las 6 horas para
beber agua, y luego continuar el sueño.
8.- Beber
el alcohol lentamente, con pequeños sorbos.
9.- Tomar
algunas de las plantas que ayudan al metabolismo del alcohol en el hígado; por
ejemplo, la raíz del diente de león.
10.- Las
bebidas destiladas se procesan peor. Las bebidas claras como el vodka y el vino
blanco, suelen provocar menos resaca.